𝗟𝗮 𝘀𝗼𝗰𝗶𝗲𝗱𝗮𝗱 𝗽𝗼𝘀𝘁𝗺𝗼𝗱𝗲𝗿𝗻𝗮: ¿𝘂𝗻 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻 𝗺𝗮𝗻̃𝗮𝗻𝗮 𝗶𝗺𝗽𝗿𝗲𝗰𝗶𝘀𝗼?

Por Antonio Peña
Antoniopena0903@gmail.com

Tantas vueltas ha dado el mundo mientras ha ido corriendo el reloj con un ritmo indetenible, que para buscar saber el por qué y para qué lo hace, hay que contar los segundos, minutos y horas que sobre el espacio del tiempo han transcurrido, para a partir de ahí, analizar cada giro y con eso por igual cada motivo que lo induce a moverse.

En ese ir y seguir del mundo, una que otra sociedad se ha construido y a modo de existencia cada una de ellas motorizadas por sus actores humanos, han jugado un rol que por necesidad de establecer cambios estructurales para un mayor desempeño y provecho ha sido relevado y reenfocado cíclicamente.

La sociedad de hoy, transita vertiginosamente por senderos en los que los amaneceres, atardeceres, así como el tránsito nocturno, son para mucha, menos que para poca gente, sólo etapas del día que deben pasar y estar supeditadas a sus voluntades e ideas narcisistas donde no se toman en cuenta los valores sociales y morales esenciales para el desarrollo humanado apoyado en la conciencia y la verdad misma

En esta sociedad postmoderna hay enfoques excesivos que tienden a promover lo que se consideran asuntos que se constituyen en vías de progreso único y en consecuencia, en la mejor manera de satisfacer los deseos cambiantes de los individuos que mediante instancias fundamentadas en libertades paganas abogan porque se les conceda actuar socialmente sin reproches. Así en ese contexto caprichoso, creyendo tener el derecho a comunicarse o expresarse hay entes que hacen uso de la comunicación y la expresión sin objetivos claros ni un público específico, quedando en tanto estos mismos sujetos, situados como emisores y receptores únicos.

En ese espacio de interacción social, hay tanta libertad demandada y exhibida sobre la base de un derecho permisivo que al parecer se apoya en la transgresión de preceptos institucionales fundamentales; y todo al amparo de una llamada postmodernidad vanguardista que se cree genera cambios y consigue un progreso social activo e indiscutiblemente necesario.

Conforme transcurre el tiempo se observa que en la psiquis de un conglomerado social, dentro del que hay autoridades, intelectuales, artistas, ciudadanos comunes, etc., y al que cada día se suman adeptos, anida y se multiplica la idea de que para estar acorde con los nuevos tiempos hay que permitir todo lo que se difunde por los diferentes medios de interacción social, y que censurar a uno que a otro acto expresivo, no es más que estar desfasado o atrás, tal como se dice burdamente.

En la postmodernidad progresivamente se va dañando el ambiente al irse debilitando las columnas que lo sostienen en los aspectos éticos, morales, sociales, culturales y ecológicos, y todo, por la diseminación y desarrollo constante de falta y exceso de autoridad, represión pública y privada, actos dolosos, informaciones vacías, música con lenguaje soez y morbilidad expresiva, depredación de bosques y ríos, contaminación sónica, etc.

La desnaturalización y por igual, el desmonte y el entierro de costumbres, supersticiones, hechos y creencias que como hechos folkloricos constituyen el patrimonio cultural inmaterial de nuestros pueblos, se están llevando a cabo día por día,
en esta sociedad postmoderna, en la que todo eso, se considera con poco o sin ningún asidero. ¿A dónde se llegará entonces con todo aquello que de seguir así será perpetuo? Es una pregunta que se considera oportuno formular y dejar presentada aquí.

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