Home Opiniones Cuando opinar no basta: el juego peligroso de hacerse llamar historiador

Cuando opinar no basta: el juego peligroso de hacerse llamar historiador

by Redacciòn EDD
0 comments

Por: Antonio Peña / Duvergé Informa. –

Hay verdades que parecen obvias, pero que en tiempos de redes, viralidad y ruido, se vuelven incómodas. No todo el que opina sabe, y no todo el que repite tiene autoridad. La opinión, por importante que sea, no sustituye la preparación, el estudio ni la experiencia profesional. Y sin embargo, en nuestra sociedad, eso parece olvidarse con alarmante frecuencia.

Hoy cualquiera puede erigirse como “historiador” con apenas un par de anécdotas mal contadas, una cuenta en redes y una audiencia complaciente. Lo preocupante no es solo la ignorancia, sino la arrogancia con que muchos hablan en nombre de la historia, como si esta fuera una colección de recuerdos personales o relatos sin verificación. La historia es una ciencia social, no una lista de cuentos heredados.

El artículo “Los supuestos historiadores”, publicado por Reyes (2025) en Listindiario.com, retrata bien este fenómeno: personas que nunca han pasado por una universidad, ni han manejado fuentes primarias, ni han publicado una sola obra con rigor académico, se adjudican el título de “historiador” y pontifican sobre el pasado como si fueran la voz oficial de la memoria nacional. Esa farsa, más común de lo que parece, es también peligrosa.

La historia, al igual que la educación, la salud o el derecho, es un campo sensible. Quien la domina, la interpreta o la distorsiona, puede influir sobre la conciencia de una nación, justificar intereses particulares o reescribir el pasado a conveniencia. En contextos como el nuestro, donde el poder y la improvisación suelen mezclarse, la historia se convierte muchas veces en una herramienta de manipulación y no en un vehículo de verdad.

El saber profesional implica responsabilidad. En un Estado de derecho, nadie se proclama médico, abogado o ingeniero sin haber sido evaluado y certificado. Ni siquiera periodista, aunque camine con un anillo o cargue una cámara, si no conoce los principios éticos del oficio ni distingue una fuente real de un rumor. ¿Por qué aceptar, entonces, que cualquiera sea llamado “historiador” solo por insistencia o simpatía?

Esto no es un ataque contra el conocimiento popular ni una defensa de élites académicas cerradas. Es un reclamo por rigor, por respeto a la verdad y por la necesidad de fortalecer las instituciones del saber en una época en que la desinformación crece como maleza. La experiencia y el entusiasmo por una disciplina son valiosos, sí, pero no sustituyen la preparación. Meterse en terrenos profesionales sin formación es tan irresponsable como operar sin ser cirujano, legislar sin haber leído una ley, o comunicar sin haber aprendido a contrastar fuentes.

Vivimos en un país donde muchos ocupan cargos o se arrogan títulos sin tener las competencias. Políticos que nunca han leído el reglamento que los rige, comentaristas que no investigan, opinadores que repiten lo que oyen sin verificar. Y frente a eso, es urgente volver a valorar la formación, la evidencia y la ética profesional.

El llamado no es a callar. Es a formarse, q estudiar, a hablar con base, porque en tiempos donde todo se grita, lo que verdaderamente vale es lo que se puede sostener con argumentos, pruebas y responsabilidad.

Hasta la próxima semana mis pequeños saltamontes.

You may also like

Leave a Comment

Copyright © 2024. Todos los derechos reservados El Damero Digital. Desarrollada por  Lunbel Tech