Por Antonio Peña
En la sociedad de hoy con cierta base en el ayer, es muy común escuchar a diario con niveles de emisión sonora agradable y desagradable, uno que otro discurso de entes sociales en los que se utilizan como recursos persuasivos asuntos relacionados con ideas, hechos y costumbres dados a entender como parte de una realidad palpable y valorable desde el punto de vista de un interés colectivo.
Líderes sociales, culturales, comunitarios, políticos, educativos, militares, policiales, religiosos y de otra índole, ciertas veces asumen posturas propias y por igual aprendidas y copiadas haciendo uso del arte del aprendizaje por conveniencia típica, para persuasivamente vender propuestas que persiguen alcanzar un propósito formulado bajo la idea de que lo que se persigue es de carácter común y beneficioso. Aquel discurso leve, extenso, nutritivo, desnutrido o simplemente vago de contenido, se difunde en el contexto escogido apoyándose en figuras metafóricas mediante las cuales representan a uno que a otro personaje, al igual que a una que a otra idea y que a uno que a otro hecho o costumbre; y todo, lo desarrollan a los fines de establecer ofertas o hacer promesas a cumplir cuando logren su cometido.
Irónicamente, casi siempre, a los personajes que protagonizan esos asuntos, luego de haber logrado lo que se propusieron y de estar previamente comprometidos a cumplir con lo anunciado o vendido, la mudez los arropa y, cuando se atreven a hablar, aún resonándole en los oídos su propio discurso cargado de compromiso, muestran tener en esos momentos los oídos entaponados por el olvido voluntario e irresponsable; negándosele así a la propia verdad de haber dicho lo que dijeron a viva voz.
Es así notorio que mayormente, toda la parafernalia típica propia de sus escenas propositivas que fue utilizada cuando vendieron ideas: colocación de grandes tarimas, luces, guirnaldas, flayers, perifoneos, animadores, orquestas, cantantes, mujeres con bailes sensuales y eróticos, distribución de bebidas y sustancias prohibidas, dinero, regalos de equipos variados, medicamentos, reparación de viviendas, impartición de cursos y talleres, donación de libros, cubierta de costos de paisajes y pago de universidades, paseos, y más, fue sólo cosa de un o unos momentos, ya que el olvido propiamente les hizo olvidarla, olvidándola como en efecto suelen hacerlo.
Y, es pues así que, en ese contexto de incumplimiento, sabe verse que cuando al orador que prometió se le requiere cumplir con lo prometido en forma discursiva en el pasado reciente, se niega a hacerlo alegando no haberse comprometido en ningún momento o más bien asegurando que esas palabras, si salieron de su boca, fue por imaginación de alguien que piensa hoy que él lo dijo en una fecha pasada que no existe.