La causa de todos los conflictos a lo largo de la historia ha sido el poder. Esto sin importar espacio geográfico, tiempo, ideología, en fin, por más que se disfrace, el poder o la lucha por éste ha traído de todo en este mundo.
A pesar de que existen varios apellidos del poder: político, económico, militar por citar algunos, para la gente común, hablar de poder se relaciona con el gobierno, (de hecho, la finalidad de las ciencias políticas es la obtención y estudio del poder).
Sin embargo, el poder está presente desde la presidencia de un país, hasta la cabeza de la familia, pasando por todos los estamentos socio-culturales, como gremios, clubes, grupos religiosos, etc. Pero hay algo que se tiene que tener claro sobre el poder, desde su obtención, hasta su pérdida.
El poder se arrebata. Contrario a una tesis de que el poder se pasa o se hereda, si bien es cierto que podrían existir casos, en un alto porcentaje no es así. Bastaría con ver como un león, jefe de la manada, es destronado por uno más joven y fuerte. O un cambio generacional obliga a quien está en el mando a salir de éste sin ningún compás de espera.
El poder es para usarlo. Se debe estar consciente de cuál es el papel que tiene cada quien en una realidad determinada. Si el poder llega, debe ejercerse. Lo ideal es que sea utilizado con justicia, pero, hasta cierto punto es mejor que se use de manera injusta a que no se use. Quien no tenga la capacidad de ejecutar medidas en uso con el poder, mejor que lo entregue antes de que se lo arrebaten y le pasen factura.
El poder se respeta. Nunca se puede desafiar al poder porque se corre el riesgo de perderlo todo. Pero tampoco se puede abusar por tenerlo. Muchos desafían a quien tiene el poder en sus manos creyéndose imprescindibles o indispensables y terminan llevándose una sorpresa terminando fuera de todo escenario. Y están los que abusan por tener poder y pierden la noción de todo, hasta que se lo arrancan.
Cuando se pierde el poder. Ésta es quizás lo más importante, todo lo que nace, muere. Si por alguna causa le quitan el poder, ya sea por desgaste o cambio de generación o porque no supo usarlo justamente o en el peor de los casos nunca ejerció autoridad o porque confió en quien no debió o no fue lo suficientemente cauto para visualizar quién sería su sucesor, sin importar la causa de la pérdida, lo mejor es aceptar y quedarse tranquilo. Usar golpes bajos, campañas sucias contra quien le ganó u otras artimañas baratas, con todo eso se estaría desafiando al poder y se corre el riesgo de quien lo tenga use todo su peso y lo aplaste.
El poder llega, a veces donde no debe, también tarde o temprano se pierde. Pero se puede perder el poder, lo único que no se puede perder es el respeto hacia uno mismo y que los demás se lo pierdan.
Por Luis Martínez Guzmán.
Historiador y crítico de Arte